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En nuestro viaje a la Toscana, decidimos pasar un día en Asís, la famosa ciudad episcopal situada en la vecina región de la Umbría, considerada como el corazón verde de Italia por sus bosques. Como estábamos alojados muy cerca de Arezzo nos quedaba a escasa hora y media de coche, así que decidimos visitarla.
Asís vio nacer a San Francesco que a su vez fundó la histórica orden de los Franciscanos en 1208. La reconocida orden de las Clarisas también tiene su origen en la misma ciudad.
Nada más llegar y bajo un cielo amenazante de lluvia, lo cual nos iba de perlas para combatir la intensa calor estival de Italia, nos dirigimos a la parte más alta de la ciudad, a su fortaleza, un castillo conocido como la Rocca Maggiore (la Roca mayor) construida en el S.XI.
Aquí ya empezó a llover así que nos metimos directamente en el castillo e hicimos la visita a turnos, ya que con escaleras de caracol, estancias en diversos niveles, y túneles estrechos no eran lugar muy adecuado para nuestro bebé.
Por eso, mientras Isa echaba un vistazo al castillo, yo me quedé en una sala con Martina jugando y haciéndole fotos.
Si por algo merece la pena subir hasta la Rocca es por las imponentes vistas que se obtienen de la Basílica de San Francisco, del pueblo de Asís y de la propia comarca. Una atalaya privilegiada para los amantes de la fotografía.
Al bajar de la fortaleza militar es inevitable dirigir los pasos hacia la basílica consagrada al santo. El conjunto religioso está formado por la superposición de dos iglesias (conocidas como la Basílica superiore e inferiore) y aunque son independientes forman un bello conjunto. Se construyeron en el s. XIII al igual que el convento de los franciscanos, todo tras la canonización de San Francesco.
Todo el recinto es de una belleza muy clásica y delicada y una de las mejores formas de apreciarlo es alejándose y contemplándola en su conjunto. La basílica de San Francisco es muy fotogénica y se pueden obtener muy buenas instantáneas. Está en un espacio muy abierto lo que os permitirá jugar con el cielo y poder hacer fotos dignas de enmarcar.
De todas maneras, y a pesar de la indudable belleza de todo lo que veíamos, lo que más nos impresionó fue la cripta excavada en el subterráneo de la iglesia y lugar en el cual se guardan los restos del famoso santo. No es medieval, ya que se añadió en 1818, pero el lugar destila una carga mística muy intensa que creo que podéis llegar a notar aún no siendo religiosos. Quizás sería el calor, la humedad, la penumbra, el olor a incienso, o el simple murmullo reverencial de los peregrinos, pero os aseguro que nos impactó bastante.
Respecto al pueblo, también se nota la presencia de los peregrinos y de algunas tiendas de souvenirs en memoria del santo, aunque sin estridencias y sin resultar molestas, en parte porque están ubicadas en un clásico pueblo medieval, con sus deliciosos y estrechos rincones y recovecos, sus calles empedradas y sus casas llenas de historia.
El centro de ese esplendor medieval era la Piazza del Comune, dónde se aglutinaban los edificios nobles del pueblo, la estilizada torre o el templo de Minerva, y que es que no podemos olvidar que Asís fue un asentamiento en época del Imperio Romano.
Antes de marcharnos y mientras íbamos a buscar el coche el cielo desató su furia contenida y me regaló una refrescante tormenta de verano. Mis chicas estaban en una cafetería disfrutando de un capuccino y a salvo de la tormenta. Cuando viajas con bebés, es bueno economizar esfuerzos, así que ellas descansaban un rato y yo me ahorraba subir todo el pueblo empujando el carro.
Por último no os olvidéis de volver la cabeza cuando os vayáis de Asís. Las vistas desde alguna curva de la carreta, con la basílica blanca, el cielo azul y los campos de trigo amarillo también son inolvidables. Fue el colofón perfecto para nuestra visita que os recomendamos encarecidamente sobre todo si os alojáis en la parte más meridional de la Toscana.
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