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Sant Llorenç de la Muga (San Lorenzo de la Muga) es uno de los pueblos más bonitos de Cataluña. Y sí, semejante aseveración tiene su fundamento, tanto por sus tesoros arquitectónicos como por el magnífico entorno natural en el cual está ubicado.
Reconocemos que nosotros también hemos tardado en descubrir este bello conjunto medieval y que mediáticamente está a la sombra de otros pueblos como Besalú, Rupit o Peratallada. Desde aquí nos proponemos expiar nuestros pecados y dar a conocer esta maravilla de pueblo, ideal en cualquier época del año.
¿Dónde está?
Sant Llorenç de la Muga se encuentra en la comarca del Alt Empordà (Alto Ampurdán), famosa por los pueblos y calas de la Costa Brava. Quizás por eso, es un lugar alejado del turismo tradicional y de las hordas de gente y, precisamente, este uno de sus encantos.
Viniendo de Barcelona por la autopista AP-7 hay que tomar la salida 3 y dirigirse hacia Llers, en dirección contraria hacia el mar. Durante trece kilómetros recorreremos un paisaje precioso, lleno de viñas y campos de cerezos que alcanzan su máximo nivel de floración durante los meses de abril y mayo, sobre todo a la altura del pueblo de Terrades.
Tras 13 kilómetros y adentrándonos en el valle de la Muga, llegaremos a nuestro destino. Ya por la carretera sorprende lo bonito que es el pueblo y lo cuidado que está todo, incluidas las farolas que le dan aún más encanto al lugar.
Visita de Sant Llorenç de la Muga
El pueblo tiene sus orígenes en el año 972, y la muralla excelentemente reformada data del s.XIV-XV y protege un recinto de forma triangular. Tres puertas de entrada y cuatro torres dan fe de su origen medieval.
Precisamente uno de las cosas más interesantes de Sant Llorenç es subir a alguna de sus torres y poder disfrutar así de una vista privilegiada de la localidad y de su situación en el valle, rodeado de montañas y bosques de pinos, encinas y robles. Un ejemplo bien claro está en el torreón ubicado junto a la iglesia parroquial de Sant Llorenç. La muralla almenada y la posibilidad de subir a la torre hacen volar la imaginación a tiempos pretéritos, donde caballeros y mercenarios luchaban y asediaban castillos y villas fortificadas.
En este encantador rincón de Sant Llorenç, se ubica el Ayuntamiento del pueblo, en una minúscula pero adorable placita. Unas escaleras descienden hacia el río Muga, donde los niños juegan y se refrescan en verano. Los mayores podemos girar la cabeza y toparnos con la magnífica estampa de la iglesia y las murallas de la pequeña urbe.
El centro neurálgico de Sant Llorenç es la plaza de Carles Camps, un enorme espacio rectangular presidido por árboles centenarios y por un par de terrazas que convierten las noches de verano en una auténtica delicia. Se trata de esos bares antiguos y centro de la vida social del pueblo y que aún día mantienen ese poso añejo y auténtico.
La visita a Sant Llorenç nos reserva otras sorpresas, destacando dos: el puente viejo y la ermita de Sant Antoni. El primero es una construcción de tres arcos, sumamente romántica y que data de la misma fecha que las murallas.
En el extremo opuesto del puente se alza delicada y coqueta la ermita, en lo que forma una de las fotos más bonitas de la población.
También tiene su encanto el canal de riego que cruza la parte norte de las murallas y en los cuáles podréis observar algunos lavaderos públicos e incluso privados.
Si tenéis ganas de andar un poco, podéis subir hasta el castillo de Sant Llorenç, desde el puente de hierro que hay en la parte central del pueblo. Un corto ascenso por el bosque, os llevará a lo alto de la loma desde donde hay buenas vistas de la comarca.
La visita debería concluir en la iglesia de Santa María de Palau. No está en el centro del pueblo sino que se alza majestuosa e imponente en las afueras de Sant Llorenç, junto a la carretera. Su exterior está rodeado de hierba y tiene un punto abandonado que la hace irresistible. Al abrir la puerta de madera descubriremos un auténtico remanso de paz, como el que hay en Sant Llorenç y en el cuál los días de verano transcurren lenta y perezosamente.
Pasada la iglesia de Santa María, la carretera continúa hacia Albanyà, otro encantador pueblo y un kilómetro más adelante finaliza en el camping Bassegoda Park, un excelente lugar para pasar tus vacaciones alojados en bungalows cuya calidad-precio es muy recomendable.
Qué maravillosa! Espero tener una oportunidad de viajar a Cataluña otro día! Besitos.
Gracias!
Cualquier duda nos comentas!
Hola.
La verdad es que un pueblo pequeño, pero precioso. Nosotros lo descubrimos por casualidad, para lo bonito que es, no tiene mucha promoción.
Un saludo
Hola Eduardo
Exacto! ahí está la gracia, es muy poco conocido.
Saludos