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Resulta difícil pensar en los Alpes suizos, un paraíso para los amantes de la naturaleza y el senderismo, y en dedicarle un par de horas a visitar el museo de Zermatt. Pues aunque parezca mentira vale muchísimo la pena hacerlo. Este pequeño espacio os ayudará a entender la vida cotidiana de Zermatt hace siglo y medio, cuando tan sólo era una pequeña aldea alpina y sobre todo te ayudará a sumergirte en la épica y el misticismo de la conquista del Matterhorn.
El Matterhorn Museum es ideal para visitar por la tarde tras una mañana de excursión a los lagos de Sunnega o quizás tras un poco de ski en el Matterhorn Glacier Paradise. Su modesto tamaño permite recorrerlo en un par de horas e incluso en menos.
Seguramente antes de entrar en el propio museo es interesante visitar las tumbas y lápidas de muchos héroes del alpinismo que perdieron sus vidas en el Matterhorn, y otras cumbres de la región como el Monterosa, el Weisshorn, el Breithorn o el Liskamm entre otros.
El museo ya llama la atención desde fuera con su aspecto futurista y moderno. Destaca su cúpula de cristal que simboliza el Matterhorn y que contrasta con la sobriedad de la iglesia que está situada a su lado.
El museo tiene un sobrenombre: Zermatlantis, que hace referencia a la mítica ciudad subterránea de la Atlántida.
Una vez dentro podríamos decir que el museo se divide en dos temáticas bien diferenciadas:
Zermatt cuando era una aldea pastoril.
Zermatt no fue siempre el famoso resort alpino que es hoy día, uno de los centros turísticos más importantes del mundo, con una gran oferta de alojamiento y restaurantes, caros, pero de servicio sublime.
Hubo una época en que los habitantes de Zermatt, granjeros y pastores luchaban por sobrevivir en un entorno cuyas condiciones climáticas eran muy difíciles. Climatología que hacía que en invierno estuviesen incomunicados con el resto del valle y hacían más crudas las condiciones de vida de sus habitantes.
A través de diversas dependencias como la lechería, el granero, la cabaña del guía de montaña o la vicaría podréis revivir de algún modo la vida de la Zermatt de mediados del s.XIX antes de las ascensiones a los cuatro miles y el boom turístico. Una época dónde sus habitantes se adaptaban a las duras condiciones de vida sin las modernidades de hoy día como la luz, el agua corriente o el ferrocarril.
La ambientación es excelente, lo que contribuye a sumergirse en la historia del pueblo y sobre todo a que la visita sea muy amena. Los niños pequeños también disfrutan de ella a la par que aprenden muchas cosas útiles. Es un museo perfecto para disfrutar en familia.
La conquista del Matterhorn.
Aquel pueblo modesto y humilde que se conformaba con sobrevivir a un invierno más, vivió una revolución que cambió para siempre su historia, fisionomía y carácter. La segunda mitad de siglo vio como nacía el turismo moderno. La sociedad victoriana de Inglaterra descubrió las montañas de los Alpes y con ella, y la pasión por escalarlas, empezó el turismo tal y cómo lo conocemos hoy día.
Aquellos años vieron el nacimiento y construcción de cada vez más hoteles, restaurantes y otros servicios que cambiaron para siempre el aspecto de aquel pueblo alpino. Un ejemplo es el histórico hotel Monte Rosa, el primero de Zermatt, y que también está recreado en el museo.
Los primeros intentos de ascensión se produjeron entre 1857 y 1865. Casi una veintena de veces se atacó la cumbre del Cervino, sobre todo desde la vertiente italiana, pero todas fueron fallidas. Nuestro protagonista, Edward Whymper también lo intentó varias veces sin éxito hasta que lo consiguió el 14 de julio de 1865. Él y seis compañeros llegaron a la cima a la 13:40h. Tras la felicidad del ascenso de aquel grupo de hombres, entre los cuales había personas que no eran expertos en la montaña, se produjo la catástrofe que dio fama internacional a Zermatt y que la destacó aún más en el mapa del incipiente turismo.
Uno de los integrantes de la expedición resbaló y empujó sin querer al famoso guía de montaña Michel Croz. La cuerda de cáñamo que sujetaba a 4 hombres no aguantó y cedió, lanzando al vacío a sus integrantes.
La famosa marca de cuerdas Mammut probó recientemente que esa cuerda sólo era capaz de aguantar 150 Kg de peso. Era una época en que los materiales de escalada y los conocimientos sobre la montaña eran muy limitados. Una época en que entre los siete miembros se encontraban un doctor o un reverendo, personas que precisamente no tenemos por expertos alpinistas. La visita entre las vitrinas del museo te hace darte cuenta de lo valientes que fueron estos pioneros, viendo los materiales y las condiciones en las que lo intentaban, no era de extrañar que perecieran tantas personas en el intento. Nada comparable a la multitud de utensilios que disponemos hoy día para practicar este deporte de aventura.
El museo recrea todo aquel ambiente de exploración, de conquista y de aventura y lo hace muy bien. Si eres un amante del alpinismo te sentirás como en casa. Si no lo eres, seguro que captan tu atención y descubrirás un poco más el espíritu de superación del hombre.
Las instalaciones están repletas de fotografías de esos héroes, de los materiales utilizados y cientos de detalles que recuerdan aquellas increíbles décadas, no obstante, la estrella del museo es la cuerda con la que aquellos hombres consiguieron la hazaña de ser los primeros en coronar el Matterhorn y que está guardada en una urna de cristal. Viéndola, se reafirma aún más la idea que os comentábamos de valentía...¿cómo se atrevían a subir en esas condiciones?, hoy día si lo hiciéramos, nos tacharían como poco de inconscientes.
En una sala anexa dónde hay una recreación audiovisual del Matterhorn se proyectan escenas de la película de Louis Trenker, Der Berg Ruft, traducida aquí como La Conquista del Matterhorn. Un espacio ideal para acabar de entender la fiebre que hubo por la mítica montaña. Fue el digno colofón a nuestra visita al museo Zermatlantis.
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