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Este magnífico hotel situado en pleno centro histórico de Heidelberg es un ejemplo perfecto de hotel tradicional pero con todas las comodidades de nuestro tiempo. Su excelente situación, su cuidado interior y sus acogedoras habitaciones lo convierten en una opción ideal para alojarse en esta bella ciudad. Fue nuestro hotel durante el pasado mes de diciembre y nos sentimos como en casa.
El Holänder está cargado de historia. Sus orígenes se remontan seguramente a inicios del s.XVII cuando los comerciantes que llegaban a través del Neckar buscaban una posada para descansar y comer. Su actual nombre data del año 1836 y hace referencia a que muchos de sus visitantes eran marineros y comerciantes holandeses. Su paso por la historia quedó patente en el s.XX por ser el hogar de las fuerzas militares estadounidenses que estuvieron desde 1945 hasta 1955. El actual hotel data del año 1981 que se reabrió tras varias renovaciones.
A continuación os describimos por secciones este precioso hotel:
- Ubicación: Como os decíamos, su céntrica ubicación a orillas del río Neckar es perfecta. Su fachada da al río y al famoso puente Karl Theodor y las vistas alcanzan al camino de los filósofos. Una calle lateral te acerca a la plaza del ayuntamiento y al centro histórico en apenas un par de minutos. Si vais en coche tendréis que aparcar en alguno de los parkings de la ciudad para los cuales el hotel os dará tickets del 50% de descuento con lo que un día de aparcamiento os saldrá por unos razonables 8€.
- Estancias comunes: Cuando entras al Holländer Hof ya sabes que estás ante un lugar acogedor y hospitalario y dónde los detalles tienen un papel importante. Al ir en plena época navideña aún pudimos apreciar más este aspecto. Junto a la recepción disponían de una sala de espera decorada con un precioso árbol de Navidad, candelabros, chimenea y varias butacas en las que poder descansar o esperar a alguien. Los huéspedes podíamos pasar unos momentos de tranquilidad, leyendo nuestra guía o simplemente degustando una chocolatina o café, cortesía de la casa.
A la derecha las escaleras y el ascensor llevan a las plantas superiores y habitaciones. Los pasillos, como todo el hotel están enmoquetados, y aunque no somos muy pro moquetas, hay que reconocer que proporcionan un ambiente más cálido y son ideales para combatir los fríos días del invierno alemán. Otros detalles decorativos, así como cómodas butacas invitan al huésped a disfrutar más de estos espacios.
- Habitaciones: Nuestra Zimmer era una espaciosa habitación con dos camas dobles, ya que viajábamos con nuestros dos hijos pequeños. Y nos obsequiaron con unos detalles de bienvenida muy generosos: zumos, aguas minerales, varios snacks y chocolatinas hicieron las delicias de los pequeños cuando llegamos. Después del largo viaje es de agradecer poder picar y tomar algo. Fue un gesto que agradecimos mucho.
Las vistas también nos encantaron. Como todo el mundo, lo primero que solemos hacer cuando llegamos a un nuevo alojamiento es correr las cortinas y mirar las vistas. Esta vez, pudimos comprobar que nuestra habitación daba directamente al puente más famoso de la ciudad y al río Neckar. El lavabo era amplio y correcto. No había multitud de amenities, pero en mi caso no es algo que me interese demasiado aunque a Isa le hubiera gustado encontrar alguna cosa más, pero en todo caso, no faltaba de nada y lo reponían cada día. La habitación hubiera sido perfecta para una familia con niños si hubiera dispuesto de una pequeña cocina, pero en este caso, al tratarse de una corta estancia pudimos prescindir de ella.
- Desayuno: Los desayunos suelen ser uno de los motivos para dar una buena valoración a un hotel y en este caso la nota es excelente. Gran variedad de dulce y salado pero sin abusar de la bollería. No obstante, hay que decir que se encontraba a faltar algún plato caliente, tipo tortilla o huevos, hecho al momento. El servicio y el trato exquisito y con una profesionalidad destacable.
Todo tipo de cereales, frutas y varios embutidos locales. Y obviamente, teniendo en cuenta que estábamos en Alemania había multitud de variedades de pan para escoger cómo lo querías comer cada mañana. En definitiva el lugar ideal para coger fuerzas antes de salir a visitar la ciudad.
- Atención al cliente: Una palabra podría definir este punto: exquisita. Nos encantan los sitios que son amables y acogedores pero que tienen ese punto de equilibrio y por el cual no invaden tu intimidad. En recepción fueron amables y atentos. En la sala del desayuno también eran atentos, muy agradables y profesionales. Nuestro pequeño Jan se porta bien, pero jugaba en la sala y en ningún momento nos sentimos cohibidos por miradas del personal, sino todo lo contrario. A los que viajamos en familia nos gusta sentirnos cómodos en ese aspecto.
- Limpieza: Todo perfecto y muy alemán. Todo el hotel está enmoquetado lo que hace que la limpieza sea más difícil. Eso no fue óbice para que el hotel estuviese en perfecto estado. Nada que objetar.
- Wifi: Hotel tradicional y lleno de encanto pero que no renuncia a los últimos avances en tecnología. Todas las habitaciones tienen wifi. El acceso se da con una clave que te dan en recepción y que hay que introducir en tu dispositivo. Te dan una clave por persona, algo importante, teniendo en cuenta que hoy día disponemos de dos o tres dispositivos móviles por familia.
- Precios: Los precios por una habitación van desde los 110€ a los 165€ por una doble.
Podéis encontrar más información del hotel aquí
Fachada del Holländer Hof
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